Me mira… un poco sin querer, un poco a propósito.
Sabe que si… pero no siempre, no todos los días… no en días de semana… no.
Desaparece. Entre el alcohol de la noche, ninguno se percata de su ausencia. Me atrevo a buscarla.
Mi palpitaciones se aceleran al verla sentada en el patio. Calmada, mira el cielo oscuro… inmenso, mientras sus dedos juegan a picar…
Sabe que no.
Pero igual…
Los pensamientos mas alocados surcan las mentes de noche. El cerebro procesa todo lo acontecido a lo largo del día. Los deseos reprimidos, las angustias, la alegrías… y las conjuga tanto en sueños como en torturantes pesadillas.
A veces, las personas se encuentran tan aceleradas por el ritmo de sus vidas, que incluso a la hora de descansar, la cabeza no puede dejar de dar vueltas, para encontrar solución a las preocupaciones de todos los días.
La angustia es demasiada.
Es insoportable…
Me mira como pidiéndome perdón.
Pero es ella la que no se puede perdonar semejante error.
No lo puede evitar… no lo quiere evitar.
El deseo por escaparse, por volar a otras tierras, vivir otras vidas… el deseo de ser libre, si es que tal cosa es posible, es mucho más poderoso que cualquier reproche de mi parte.
La pequeña espiga blanca, tan delicada en sus manos.
Cuanto arte, cuanta paciencia, cuanto amor hay en el ritual.
Y expectativa también.
El ambiente cambia.
Un aroma dulce colma el lugar.
Observo los cigarrillos consumirse a la espera de ser recordados.
No, no… son tres veces…
Una, fuerte. Aspira…mantiene…dos…aspira…mantiene…tres…aspira…mantiene…
Y pasa…
Y de nuevo.
La charla continúa… el truco, quiero retruco, y el macho en la mesa. Y el fue no quiero jugar mas…
Un estuche de cigarros, destrozado… todo sea por no dejar nada.
Los rostros que se transforman. Delirios en vigilia…
Está inmóvil… sus ojos perdidos en el infinito.
La mira. Ella no comprende. Qué pasa. Nada. Dale, no seas tonta. No pasa nada. Te amo. Yo también.
Se van.
Se acuesta.
Piensa… ¿me acordare de esto mañana?, si… seguro que si.
Pero al día siguiente todo es confuso.
El cuerpo no responde.
Cada músculo duele profundamente.
Un cansancio terrible colma hasta sus entrañas.
La joven a su lado la observa. No sabe si hicieron el amor la noche anterior. ¿Lo hicieron? Si. Extraño… no recuerda. O si… recuerda el placer, no recuerda con quien.
Lo mismo da.
Por un rato fue alguien más. Alguien que no existe.
Fue otra. Y le gustó.
Como siempre. Por eso lo hace.
Por la libertad de hacer lo que sea y no pensar en las consecuencias.
En este juego todo esta permitido. Todos son alguien más, y pueden hacer lo que quieran, sin dar explicaciones a nadie.
Pero dura poco.
La realidad se encuentra en la puerta, expectante. Siempre a la espera de poder volver a entrar a sus vidas. Les suelta un poco la cuerda cada tanto, para que no se revelen. Porque sabe que necesariamente volverán a ella. Ningún elixir puede hacer que la eviten para siempre. Solo la muerte.
Y tarde o temprano lo comprenderán y lo aceptaran.
O simplemente morirán, para detener sus mentes.
Sabe que si… pero no siempre, no todos los días… no en días de semana… no.
Desaparece. Entre el alcohol de la noche, ninguno se percata de su ausencia. Me atrevo a buscarla.
Mi palpitaciones se aceleran al verla sentada en el patio. Calmada, mira el cielo oscuro… inmenso, mientras sus dedos juegan a picar…
Sabe que no.
Pero igual…
Los pensamientos mas alocados surcan las mentes de noche. El cerebro procesa todo lo acontecido a lo largo del día. Los deseos reprimidos, las angustias, la alegrías… y las conjuga tanto en sueños como en torturantes pesadillas.
A veces, las personas se encuentran tan aceleradas por el ritmo de sus vidas, que incluso a la hora de descansar, la cabeza no puede dejar de dar vueltas, para encontrar solución a las preocupaciones de todos los días.
La angustia es demasiada.
Es insoportable…
Me mira como pidiéndome perdón.
Pero es ella la que no se puede perdonar semejante error.
No lo puede evitar… no lo quiere evitar.
El deseo por escaparse, por volar a otras tierras, vivir otras vidas… el deseo de ser libre, si es que tal cosa es posible, es mucho más poderoso que cualquier reproche de mi parte.
La pequeña espiga blanca, tan delicada en sus manos.
Cuanto arte, cuanta paciencia, cuanto amor hay en el ritual.
Y expectativa también.
El ambiente cambia.
Un aroma dulce colma el lugar.
Observo los cigarrillos consumirse a la espera de ser recordados.
No, no… son tres veces…
Una, fuerte. Aspira…mantiene…dos…aspira…mantiene…tres…aspira…mantiene…
Y pasa…
Y de nuevo.
La charla continúa… el truco, quiero retruco, y el macho en la mesa. Y el fue no quiero jugar mas…
Un estuche de cigarros, destrozado… todo sea por no dejar nada.
Los rostros que se transforman. Delirios en vigilia…
Está inmóvil… sus ojos perdidos en el infinito.
La mira. Ella no comprende. Qué pasa. Nada. Dale, no seas tonta. No pasa nada. Te amo. Yo también.
Se van.
Se acuesta.
Piensa… ¿me acordare de esto mañana?, si… seguro que si.
Pero al día siguiente todo es confuso.
El cuerpo no responde.
Cada músculo duele profundamente.
Un cansancio terrible colma hasta sus entrañas.
La joven a su lado la observa. No sabe si hicieron el amor la noche anterior. ¿Lo hicieron? Si. Extraño… no recuerda. O si… recuerda el placer, no recuerda con quien.
Lo mismo da.
Por un rato fue alguien más. Alguien que no existe.
Fue otra. Y le gustó.
Como siempre. Por eso lo hace.
Por la libertad de hacer lo que sea y no pensar en las consecuencias.
En este juego todo esta permitido. Todos son alguien más, y pueden hacer lo que quieran, sin dar explicaciones a nadie.
Pero dura poco.
La realidad se encuentra en la puerta, expectante. Siempre a la espera de poder volver a entrar a sus vidas. Les suelta un poco la cuerda cada tanto, para que no se revelen. Porque sabe que necesariamente volverán a ella. Ningún elixir puede hacer que la eviten para siempre. Solo la muerte.
Y tarde o temprano lo comprenderán y lo aceptaran.
O simplemente morirán, para detener sus mentes.