lunes, julio 13, 2009

Ilusiones II

A Persio, por el último primer mes de nuestras vidas
Sucedió un domingo por la tarde. El día moría, la semana moría, ella también.
Si de desencuentros está armada su vida, éste será el más grande, el verdadero, el definitorio.
Estuvo desnuda para él mucho tiempo antes de estar desnuda en su cama. No indefensa.
El error estuvo en no ver a su compañero en aquel que reposaba a su lado. En buscarlo sin cesar y por doquier, en que él los encontrara por ella, siempre, siempre con él de compañero.
Debió preguntarse -antes de empezar a buscar- qué era exactamente lo que estaba buscando. Las almas gemelas pueden disfrazarse tras los verdaderos parecidos, que de tan acostumbrados que nos tienen, se camuflan pretendiendo no tener sentido.
Ese domingo por la tarde, mientras el vapor se condensaba contra el vidrio y él dormía, ella se abstrajo por primera vez y lo miró. Quitándose el velo de amistad que se interponía entre ellos lo vio como nunca antes lo había visto: como si fuera ella y no él.
No hay nada más difícil que encontrarse parado constantemente ante una cornisa y con un espejo de cristal en frente. Reflejo fiel que nos provoca a caer, prometiendo –eso sí- caer con nosotros.

3 comentarios:

  1. No hay cosa más peligrosa que las cornisas y los reflejos,pero qué objetar si eso está prometido.


    (se extraña che)

    ResponderEliminar
  2. Porfundo, de una belleza desgarradora, no quiero decir mas, si se piensa se arruina.
    Conmovedor, intensamente conmovedor.

    Saludos Celeste.

    ResponderEliminar
  3. Dicen que mirar y observar no es lo mismo... y este texto lo explica a la perfección. Valorar lo que se tiene, cuestión difícil pero no imposible.

    Estás en mi lista, desde hoy.
    Un abrazo enorme y alado, para que cuando caigas el golpe no sea tan fuerte...

    ResponderEliminar

Escucho