Para Lauky…
Después de tantas charlas.
Antes de tantas más.
Lo observó alejarse en silencio… casi como sin querer.
Había conservado su postura durante toda la conversación. Fría, distante. No le daría el gusto de saber que lo extrañaba terriblemente.
No.
Actuó como si nada importara. Como si nuevamente fuera quién había sido por largo tiempo. Como si nada hubiera ocurrido entre esas instancias de su inter relación. Como si todo su cuerpo no estuviera vibrando de la incontenible fiebre que le provocaba el recuerdo, tan vívidamente rememorado al tenerlo de frente nuevamente.
Su cuerpo conservaba aún las marcas carnales de tanto fuego interior. Recordaba aún sus manos, sus labios… su forma de mirarla, sus caricias de media noche.
No era eso amor, acaso.
Una vez más, dónde estaba el límite.
Acaso el enorme abismo entre ellos era un simple título; un reconocimiento, una forma de situarse frente al universo exterior.
No bastaban las noches, las fantasías, la música, las risas… las caricias esas que brinda tan dulcemente aquel que pide, pero da.
No bastaba ser feliz un instante.
Precisaba más.
Una necesidad de poseerlo. Una idea vaga pero penetrante de que era de su propiedad.
Eso deseaba.
Seguridad. Estabilidad. Equilibrio. Rutina.
Cosas que busca, encuentra, y luego, intenta perder a cada paso.
Verdades con las que juega de forma interminable, siempre rozando el límite último: aquel donde puede tenerlo todo o perderlo todo.
Pero…
Tener qué, o perder qué.