jueves, julio 17, 2008

Rozando los límites difusos de la desesperación

Necesita más.
A dos segundos de enojarse, de pronto comprende que no. No puede, no debe, no tiene derecho, no le corresponde.
Sería darle formalidad a algo que no está destinado a tenerla. Y lo entiende, lo ve… ¿cómo hacer para sentirlo?...
Dónde está el límite.
Comenzando…
Y si… que pasará si… si no distingue el límite.
Si no ve ese punto exacto y absoluto en el que todo se confunde. En el que ésto, que no es nada, deje de serlo.
Cómo volver a la rutina.
Cómo volver a ser ella.
“No dejas de ser quién sos por una simple cosa que hagas distinta. Seguís ahí, no veo que hayas cambiado sustancialmente”…
Pero sí, ha cambiado.
¿Cómo no hacerlo?
Cómo ser la misma después de tanto mimo cariñoso; después de tanto beso empapado de una pasión irrefrenable…
Cómo ser la misma.
Cómo dejar de sentirse disociada entre dos mundos, dos vidas, dos elecciones.
Elecciones que están, se sienten, presionan.
Elecciones a las que le es imposible escapar.
Elecciones que sin quererlo, la crucifican cada día, la comprimen desde cada rincón de su ser quitándole toda esperanza de liberación, salvo…
Salvo esos contados momentos en los que se deja llevar por los placeres infinitos que ambas le proporcionan.
Esos enormes oasis de tiempo incalculable rodeada de caricias, pasiones, risas y silencios, que son su bálsamo de todos los días… y de escasos días.
PD: ¿quién puede decirme cómo freno mi cabeza?... a veces esto duele demasiado...