No voy a decir que merecía morir. No creo que nadie lo merezca. Pero si voy a decir que me alegré muchísimo... la enfermedad y el sufrimiento eran lo que todos deseábamos para ella.
Tanto hablar de inclusión, de que todos éramos hermanos, de que para un peronista no había nada mejor que otro peronista... yo me preguntaba y aún me pregunto ¿y los demás qué? Qué pasaba con aquellos que no pertenecíamos al Partido. Y no era por no creer en la llamada “Justicia Social”, no era que no queríamos que no hubiera más pobres. Pero Él... los acostumbró a creer que el Estado debía darles todo, sin que el trabajo significara nada.
A mi nadie me dio nada. Para recibir los aguinaldos y el pan dulce para las Fiestas teníamos que estar en las listas del Partido. ¿Qué clase de inclusión social es esa? Todavía me acuerdo de un día del niño en el que Ella vino al Barrio a repartir regalos. “Regalos para todos”, gritaba desde el camión un hombre gordo y barbudo. Cuando fui a buscar el mío me miraron:
-Hola, hermosa. Decime, ¿tu papá es peronista?- y yo, que poco sabía y entendía de la política de los grandes, le respondí que no, la verdad, ¿cómo iba a saber yo que cuándo decían “todos” se referían a los que fueran peronistas?, aparentemente me habían enseñado mal el significado de la palabra y “todos” eran los peronistas y nadie más.
Mamá siempre me advirtió que eran así. Inclusión para los excluidos de siempre... y exclusión para el que no estuviera de acuerdo. Mi mamá era hija de una de las familias más adineradas de Mármol, hasta que se casó con el viejo, que nada tenía de acomodado, y se escaparon juntos. La familia de ella nunca más la reconoció, pero no importó porque estaban juntos.
Mis dos hermanos mayores y yo somos hijos del anterior marido de la vieja, don Suárez. Ese si era un tipo bien... hasta que nos dejó y se fue con una secretaria que tenía algo así de 14 años menos que él. Una vez me fue a ver, para mis 15. La primera y la última vez que lo vi. Yo no quería saber nada. A mi no me iba a engrupir con esa de que quería conocerme. Lo dudo mucho, si me dejó cuando era una beba, ¿cómo iba a quererme después de tantos años?
No que el viejo Castilla fuera mejor, pero bueno... con sus rayes y los gritos, él si fue mi papá. Él fue el que consiguió el terrenito por un pariente lejano, y armó la carpita en la que vivimos hasta que la casa estuvo terminada. Nos dejaban solos todo el día para poder laburar. No teníamos nada de plata. Tan mal estábamos que la leche me la daban en una botella de vino con un dedo de guante recortado que hacia las veces de mamadera.
Tuve que empezar a trabajar a los 14 para ayudar en casa. Como no éramos peronistas, los beneficios no llegaban a nosotros. Aunque tampoco los buscábamos, porque no queríamos que nos dieran nada que no nos hubiéramos ganado. O al menos eso me decían mis padres.
No pude terminar de estudiar, por más que lo deseaba con el corazón. A los 17 lo conocí a Iván en la fábrica en la que trabajábamos. A los 18 me casé y nos fuimos a vivir a una casa que él había estado construyendo.
La proscripción ya había empezado y nos enterábamos de gente a la que la Revolución Libertadora mataba, algunos peronistas, otros no. Y con eso no estábamos de acuerdo. Porque tanta violencia era combatida por más violencia por parte de la resistencia, y muchos inocentes caían en medio de esa guerra. Los militares parecían no entender que cazándolos y asesinándolos hacían legítima su defensa.
Este país parece no conocer los términos medio. Del peronismo que se colaba bajo la piel de todos a la fuerza, pasamos a una represión terrible si sólo se lo nombraba y luego, volvimos de nuevo a Él.
Cuando retornó de su exilio, en Ezeiza, Perón demostró su mayor contradicción, aunque sus seguidores no quieran aceptarlo. Al permitir que emboscaran a los Montoneros, masacró a los únicos que verdaderamente habían luchado por su regreso. A los únicos que nunca bajaron los brazos. Ese día deshonró a todos los que habían dado la vida por él, los negó, los insultó, los perdió.
Con la muerte de Perón, hace unos días, Isabel (mi hija de 11 años, a la que nombré de esa forma por su abuela y no por la segunda mujer del Coronel), regresó de la escuela y le contó a Iván, con quién tiene una relación maravillosa, que le habían dicho que Perón estaba muerto y ella les dijo a sus amiguitos “menos mal que se murió el viejo ese”. Iván le dijo algo que expresa muy bien lo que ambos pensamos:
-Isabel, me encanta que puedas tener tus propias ideas, diferentes de lo que la mayoría piensa. Pero no las digas más afuera de casa... es muy peligroso.
-¿Por qué, papi?- preguntó ingenuamente nuestra hija
-Porque hay gente que no tolera las ideas diferentes, tanto que está dispuesta a matar a los que, para ellos, están equivocados.
Puedo decir que odié el peronismo del `45. Odié a Eva, me alegré con su muerte, lo odié a Perón, también me alegré con su muerte... pero Isabel y López Rega son capaces de combinar mi odio anterior y multiplicarlo. Están persiguiendo a compañeros de Iván de la fábrica, porque dicen que son subversivos... comunistas.... Si antes el peronismo excluía simplemente, ahora mata y desaparece a personas opositoras sistemáticamente.
Le están dando mucho poder a los militares. Los escuchan demasiado... esas ideas de la “guerra interna” las traen ellos. Isabel no tiene idea de nada como para pensar semejante cosa ella sola. Esta mujer está matando a cientos por su ignorancia y soberbia. Está justificando asesinatos por temor a perder su cargo.... pobrecita, tarde se va a dar cuenta de que cuánto más poder les dé, más poder van a querer... y va a llegar el momento en el que ella les sea prescindible. Ahí va a perder todo.
Y el ciclo volverá a empezar: los militares, la represión, el orden y otra vez los peronistas, y así para siempre.
¿Aprenderá este país algún día?, ¿dejaremos de creer que la exclusión, la marginación y la eliminación de los opositores son la mejor salida para lograr los proyectos?, ¿llegará el día en el que logremos pensar en conjunto?
Nunca entendí para qué tantas muertes, tantos engaños y tantas peleas. Si al fin y al cabo lo que todos queremos es salir adelante, ¿cómo puede ser tan difícil ponerse de acuerdo?
Me pregunto si las diferencias serán en verdad tan abismales que la única salida es el enfrentamiento, la lucha, la represión y, en la mayoría de los casos, la muerte.
No creo ser capaz de lograr un gran cambio, pero desde donde estoy trato de educar a mis tres hijos para que toleren las diferencias y aprendan a trabajar en conjunto, incluso con quienes tienen ideas deferentes.
Ojalá no sea la única que pone sus esperanzas en su descendencia, ojalá todos estemos cansados ya, y estemos haciendo lo posible por un futuro que sea mejor que este presente, para que el ciclo se rompa y no se repita nunca más.
Tanto hablar de inclusión, de que todos éramos hermanos, de que para un peronista no había nada mejor que otro peronista... yo me preguntaba y aún me pregunto ¿y los demás qué? Qué pasaba con aquellos que no pertenecíamos al Partido. Y no era por no creer en la llamada “Justicia Social”, no era que no queríamos que no hubiera más pobres. Pero Él... los acostumbró a creer que el Estado debía darles todo, sin que el trabajo significara nada.
A mi nadie me dio nada. Para recibir los aguinaldos y el pan dulce para las Fiestas teníamos que estar en las listas del Partido. ¿Qué clase de inclusión social es esa? Todavía me acuerdo de un día del niño en el que Ella vino al Barrio a repartir regalos. “Regalos para todos”, gritaba desde el camión un hombre gordo y barbudo. Cuando fui a buscar el mío me miraron:
-Hola, hermosa. Decime, ¿tu papá es peronista?- y yo, que poco sabía y entendía de la política de los grandes, le respondí que no, la verdad, ¿cómo iba a saber yo que cuándo decían “todos” se referían a los que fueran peronistas?, aparentemente me habían enseñado mal el significado de la palabra y “todos” eran los peronistas y nadie más.
Mamá siempre me advirtió que eran así. Inclusión para los excluidos de siempre... y exclusión para el que no estuviera de acuerdo. Mi mamá era hija de una de las familias más adineradas de Mármol, hasta que se casó con el viejo, que nada tenía de acomodado, y se escaparon juntos. La familia de ella nunca más la reconoció, pero no importó porque estaban juntos.
Mis dos hermanos mayores y yo somos hijos del anterior marido de la vieja, don Suárez. Ese si era un tipo bien... hasta que nos dejó y se fue con una secretaria que tenía algo así de 14 años menos que él. Una vez me fue a ver, para mis 15. La primera y la última vez que lo vi. Yo no quería saber nada. A mi no me iba a engrupir con esa de que quería conocerme. Lo dudo mucho, si me dejó cuando era una beba, ¿cómo iba a quererme después de tantos años?
No que el viejo Castilla fuera mejor, pero bueno... con sus rayes y los gritos, él si fue mi papá. Él fue el que consiguió el terrenito por un pariente lejano, y armó la carpita en la que vivimos hasta que la casa estuvo terminada. Nos dejaban solos todo el día para poder laburar. No teníamos nada de plata. Tan mal estábamos que la leche me la daban en una botella de vino con un dedo de guante recortado que hacia las veces de mamadera.
Tuve que empezar a trabajar a los 14 para ayudar en casa. Como no éramos peronistas, los beneficios no llegaban a nosotros. Aunque tampoco los buscábamos, porque no queríamos que nos dieran nada que no nos hubiéramos ganado. O al menos eso me decían mis padres.
No pude terminar de estudiar, por más que lo deseaba con el corazón. A los 17 lo conocí a Iván en la fábrica en la que trabajábamos. A los 18 me casé y nos fuimos a vivir a una casa que él había estado construyendo.
La proscripción ya había empezado y nos enterábamos de gente a la que la Revolución Libertadora mataba, algunos peronistas, otros no. Y con eso no estábamos de acuerdo. Porque tanta violencia era combatida por más violencia por parte de la resistencia, y muchos inocentes caían en medio de esa guerra. Los militares parecían no entender que cazándolos y asesinándolos hacían legítima su defensa.
Este país parece no conocer los términos medio. Del peronismo que se colaba bajo la piel de todos a la fuerza, pasamos a una represión terrible si sólo se lo nombraba y luego, volvimos de nuevo a Él.
Cuando retornó de su exilio, en Ezeiza, Perón demostró su mayor contradicción, aunque sus seguidores no quieran aceptarlo. Al permitir que emboscaran a los Montoneros, masacró a los únicos que verdaderamente habían luchado por su regreso. A los únicos que nunca bajaron los brazos. Ese día deshonró a todos los que habían dado la vida por él, los negó, los insultó, los perdió.
Con la muerte de Perón, hace unos días, Isabel (mi hija de 11 años, a la que nombré de esa forma por su abuela y no por la segunda mujer del Coronel), regresó de la escuela y le contó a Iván, con quién tiene una relación maravillosa, que le habían dicho que Perón estaba muerto y ella les dijo a sus amiguitos “menos mal que se murió el viejo ese”. Iván le dijo algo que expresa muy bien lo que ambos pensamos:
-Isabel, me encanta que puedas tener tus propias ideas, diferentes de lo que la mayoría piensa. Pero no las digas más afuera de casa... es muy peligroso.
-¿Por qué, papi?- preguntó ingenuamente nuestra hija
-Porque hay gente que no tolera las ideas diferentes, tanto que está dispuesta a matar a los que, para ellos, están equivocados.
Puedo decir que odié el peronismo del `45. Odié a Eva, me alegré con su muerte, lo odié a Perón, también me alegré con su muerte... pero Isabel y López Rega son capaces de combinar mi odio anterior y multiplicarlo. Están persiguiendo a compañeros de Iván de la fábrica, porque dicen que son subversivos... comunistas.... Si antes el peronismo excluía simplemente, ahora mata y desaparece a personas opositoras sistemáticamente.
Le están dando mucho poder a los militares. Los escuchan demasiado... esas ideas de la “guerra interna” las traen ellos. Isabel no tiene idea de nada como para pensar semejante cosa ella sola. Esta mujer está matando a cientos por su ignorancia y soberbia. Está justificando asesinatos por temor a perder su cargo.... pobrecita, tarde se va a dar cuenta de que cuánto más poder les dé, más poder van a querer... y va a llegar el momento en el que ella les sea prescindible. Ahí va a perder todo.
Y el ciclo volverá a empezar: los militares, la represión, el orden y otra vez los peronistas, y así para siempre.
¿Aprenderá este país algún día?, ¿dejaremos de creer que la exclusión, la marginación y la eliminación de los opositores son la mejor salida para lograr los proyectos?, ¿llegará el día en el que logremos pensar en conjunto?
Nunca entendí para qué tantas muertes, tantos engaños y tantas peleas. Si al fin y al cabo lo que todos queremos es salir adelante, ¿cómo puede ser tan difícil ponerse de acuerdo?
Me pregunto si las diferencias serán en verdad tan abismales que la única salida es el enfrentamiento, la lucha, la represión y, en la mayoría de los casos, la muerte.
No creo ser capaz de lograr un gran cambio, pero desde donde estoy trato de educar a mis tres hijos para que toleren las diferencias y aprendan a trabajar en conjunto, incluso con quienes tienen ideas deferentes.
Ojalá no sea la única que pone sus esperanzas en su descendencia, ojalá todos estemos cansados ya, y estemos haciendo lo posible por un futuro que sea mejor que este presente, para que el ciclo se rompa y no se repita nunca más.
Nota de la autora: un poco mas viejo y largo que lo que estoy acostumbrada a publicar. Cuentos, no son mi estilo, pero este me gusta.....
Es de hace dos años, ojala se note alguna diferencia con lo actual!