jueves, septiembre 17, 2009

El otro Hamlet

El otro mira a través de la ventana, sentado en su sillón de mimbre sabe que ya es hora. Tal vez unos pocillos de té, tal vez un mate, aún no sabe qué infusión acompañará el momento.
Lejos está esa Dinamarca medieval del príncipe shakesperiano, demasiado apartadas han transitado sus historias.
El uruguayo desde hace algunos años desexiliado y en Montevideo nuevamente, como hace 84 años, no requirió matar a nadie –salvo, tal vez, en su mente-.
Sin embargo, piensa ahora, él y su tocayo comparten irremediablemente el destino de todos los hombres.
Sé que es inevitable, sé que ahí está, al final de todos los dolores, al final de todos los escritos. El punto aparte pero esta vez de verdad, la última imagen que nada tiene de perfecta ni de maravillosa.
Hace tres años, cuando su Luz se extinguió finalmente, una de esas corazonadas que siempre tiene le advirtió que estaba cerca. Tocó a las puertas dos veces más antes de fin de año, y luego el refugio cumplió su cometido. Las letras, el descubrimiento de los haikus, -Ella que siempre acecha- la literatura que debería revelarle a las personas las cosas en las que no han pensado, lo encierran y la rechazan, y su cuerpo y su mente resisten aún por un tiempo.
Hoy, 17 de mayo, el contador está llegando a cero. Sé que son casi las seis de la tarde, sé que esta vez ni siquiera el aislarme en mi mente podrá evitar eso que jamás he querido evitar. Sé que no habrá idilio, no habrá revelación, no habrá epifanía.
Ahora, cuando el reloj señale las en punto, la brisa entrará con Ella y no habrá nada. Sólo, tal vez, el punto aparte y el resto de la página en blanco a la que no le sucederá nada proveniente de esta mano, nunca más.


PS: Originalmente en la revista digital de los Talleres de Comprensión y Producción de Textos I y II, Territorio de Palabras