martes, junio 08, 2010

A year ago

A uno que ya no tiene nombre, porque no quiere tenerlo en mi vida...
"Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos"
Pablo Neruda

Hace un año tenía unos cuantos kilos de más, y varias heridas menos...
Tenía mil sueños cumplidos, otros mil por cumplir.
No soñaba con aprender los ocho pasitos básicos del tango, ni las cinco contraseñas para las tarjetas del banco.
Me faltaba soberbia, me faltaban palabras, me sobraba espíritu.
Hace un año creía en el amor de película y novela, ése que aparece y es perfecto, llega sin que te des cuenta y nunca se va.
Estaba muy segura de muchas cosas: era alérgica a los gatos, escribía mejor que muchos y ciertas cosas jamás podrían faltarme.
Creía que los que me querían eran los que nunca me lastimaban, los que veían lo bueno y lo malo en mí, y podían cargar con todo.
Hace un año desperté creyendo que un mes después pisaría París, que el 2010 sería madrileño, que terminaría fotografía, que el mundo era rosa y perfecto.
Ya conocía tres amores de mi vida, el mundo no era ni tan terrible ni tan complicado, ni tan grande.
Hace un año, no era tan yo.
Una mañana nublada y lluviosa supe que ya no sería la misma. Por algún tiempo creí que era otra, que me había encarcelado, que no me dejaban volar.
Ahora sé que las ataduras fueron mías, que los dolores los sufrí, pero siempre los quise.
Hoy amo a los gatos, me gusta vivir y estar sola, volví a leer. Hoy trabajo en un lugar que me gusta y donde estoy cómoda, escribo cuando quiero, y de vez en cuando publico algo.
Hace un año no podía dar una clase como yo quería, pero aprendía de un maestro al que tuve la suerte de conocer. Hoy, otros aprenden conmigo.
Ayer empecé a bailar tango sin pareja y un taller literario con Ricardo Piglia, excusa para recorrer la Capital de noche, sola, como siempre me ha gustado.
Hace un año no sabía perdonar; no sabía cuándo hablar ni cuándo callar; no conocía el dolor de saber que nunca seré muchas cosas, ni la carga de sentir todo lo que sí soy y debo ser.
Hace un año no era tan mujer y jamás habría podido admitir que quien soy ahora no es mérito completamente mío.
Hace un año te conocía y creía que no había mejor mujer en el mundo para vos que yo, opinión que aún mantengo.
Hoy entendí que la vida es una sucesión infinita de puentes cuyo único final es la muerte. Por eso hoy guardo luto. Los muertos, ahí delante, somos nosotros.
Quizá, (ojalá), renazcamos en otro tiempo y otro mundo, hayamos aprendido lo que nos ha faltado hasta ahora, seamos nosotros siendo otros, y estemos juntos.
Hasta entonces.