domingo, abril 17, 2011

Au revoir, mon cher

Se despertó y no esperaba nada. Nada de esto, digo.

Ayer a la tarde, mientras se bañaba, y en medio del recordar que tiene que ir a la peluquería y pensar si iba a usar la pollera blanca o el pantalón negro, se coló tu cara en la ducha. Flotaba ahí, entre el Head & Shoulders que compró exclusivamente para vos justo antes de la anteúltima vez que se prometieron intentar de nuevo, y el jabón Dove de limón que siempre comprabas sin preguntar, pero que ella no sabía que también le gustaba y se acaba de dar cuenta que lo sigue comprando sin saber muy bien por qué.

Intentó contar los días, y la verdad es que por primera vez no tiene ni idea de cuánto tiempo pasó. Hizo el cálculo como desafío:

- - Hoy tuve mi tercera sesión de los martes, y la primera entrevista fue el viernes anterior a la primera, y la última vez que nos vimos fue el lunes anterior a eso.

23 días.

El fin de semana que pasó, mirando el capítulo piloto de The x-files con su hermano, éste le explicó por qué para él el tiempo no es una variable mensurable para realizar cálculos físicos. Esto es porque los segundos, los minutos, las horas, son categorías inventadas, y como tales, absolutamente abstractas, puesto que la naturaleza no se maneja con los estándares humanos.

Ella pensó que tenía razón, y lo justificó a partir de lo que le gusta pensar como tiempo psicológico, noción que no puede dejar de relacionar con una frase de Cerati “el tiempo es arena en tus manos”, en este caso en particular no por la imposibilidad de frenarlo, sino por la rapidez con que se escurre en ciertas ocasiones. Ciertas ocasiones como esta en la que no recuerda cantidad de días, y acaba de caer en la cuenta, mientras se bañaba ayer a la tarde, de que era la primera vez que tu cara se le aparecía y eso que ha evocado tu persona en buenos recuerdos y malos recuerdos, pero como nunca antes, es decir en paz. En paz con vos, con ella y con ustedes.

La última vez que te vio, acostado mirando a la pared como siempre haces cuando algo no te gusta, pensó mientras caminaba sola por las calles oscuras que ya no se querían tanto; que ese mismo camino lo había hecho decenas de veces, siempre llorando, siempre esperando tu mensaje pidiéndole que vuelva, siempre queriendo volver, pero no ese día. Y se dio cuenta, también, de que no pudo importarte menos en qué estado llegó a su casa, y realmente, aunque supieras que nunca más la ibas a ver, o mejor dicho, sabiendo que nunca más la ibas a ver, ¿no te preocupó ni un poco que caminara las diez cuadras platenses, sola, de pollerita y con lo hermosa que no te cansas de decir que es?

Y supo, vos sabés, supo que ya estaba. Que no sólo te había dejado solo a esa hora en tu departamento, sino que te había dejado solo en la vida, esta vez si la acusabas de abandonarte, por primera vez habrías tenido razón, tal vez por eso no lo hiciste.

Y tal vez esta mañana esperaba tu mensaje, pero creo que no, que ya lo no esperaba, pero tampoco le sorprendió verlo. Y pensó cómo contestarte sin contestarte, porque ya no va a volver a empezar eso que no tenía fin, porque esta vez sí, la cinta de moebius se cortó, al menos de su lado, que es lo mismo que decir que se cortó de todos los lados porque dos no hacen nada si uno no quiere, y ella ya no quiere.

domingo, abril 10, 2011

Tus lentes

Inspirado en “El cuervo” de Edgar Allan Poe

Escrito en octubre de 2009

Aún ahora que sé que mi temor ha perdido su causa, tus anteojos me ven como siempre han sabido hacerlo: el derecho me refleja, ahí estoy yo, con mi chal de lana gris, sola, esa soy yo a la inversa. El izquierdo me deja verte como realmente sos, ya no imagen de espejo, o sí, pero no mía; no señor, tus dos lentes, tus dos caras son puro reflejo, ¿cómo era eso que me habías dicho?, ah, sí, desde luego, la que no tiene personalidad soy yo, qué ironía, entonces, que el reflejo sigas siendo vos.

Ahora puedo irme, ¿por qué no me voy?, no vaya a ser cosa que te despiertes mágicamente y me busques hasta encontrarme y me arrebates cualquier cosa, lo que sea mientras constituya un pedazo de mi alma, porque no, no puedo sacarla tan barata, algo tengo que perder, ¿verdad, hermoso? Siempre habías creído que saldrías lastimado, que esta puta con que tenés que convivir jugaría con todo tu ser, pobrecito vos, tan dulce, tan puro, tan enamorado. Como esa vez en que se me ocurrió (¿se me ocurrió?) bajar a abrirle al del delivery de pizza ese domingo al medio día, con una remera pero sin corpiño, ¿te acordás, bichito?, ¿se acordarán esos lentes de que casi terminan en el suelo (como están ahora) del cachetazo que intenté darte? No. No creo que lo hagan. Ciertas cosas no han sucedido aunque yo me empeñe en creer que si; porque si la realidad es que siempre me miras como si me acabaras de descubrir, como si no hubiera otra en el mundo. Si vos sos ese que me acaricia el pelo antes de dormirme y que me cocina las cosas más ricas que jamás haya probado; vos sos, siempre has sido, el que me ve perfecto, fiel reflejo tuyo, perfecto encaje de tu vida, madre de tus hijos, y así.

Pero claro, el engaño trabaja a doble mano, la que no debía idealizar era yo, pero ¿qué hay de vos?, claro que no, no tenías idea de en qué te estabas metiendo, de que esa mujer no era –no es- ni por asomo todo lo perfecta que querés que sea. Si mal no recuerdo fuiste vos el que me dijo que éramos iguales (si, en esto también), que idealizábamos y eso sólo podía conducir al estrellazo seguro y certero contra una gran, enorme pared invisible que llamabas realidad, aunque, qué es la realidad sino una construcción a partir de nuestra única forma de conocer el mundo, que es el lenguaje, y por lo tanto, una gran mentira útil, o parte de un ejército muy vivo de metáforas bien muertas, y no, ni pienso entrar en eso.

Llegaste al estrellazo certero y ahí comenzó el camino rumbo al mío. El pensar que no, que estas dolido, que tenés miedo, que es lógico por cómo soy, por quién he llegado a ser. Una y otra vez esos cristalitos me hicieron bajar la mirada avergonzada, dolida, decepcionada. Una y otra vez supe que cada dolor de mi cuerpo era el correlato de un dolor dentro tuyo. Sé que no te esperabas lo que llegó, sé que pensabas que la capacidad de reacción era de tu propiedad, que yo simplemente acataría. Pero hoy, bonito mío, el reflejo asumió su calidad de tal.

Tus anteojos están boca arriba sobre el piso y yo espero, aunque no sé bien qué. ¿Por qué dejé la ventana abierta? El lente derecho me refleja: ahí estoy yo, así estoy yo; cubierta con el chal de lana gris, los ojos oscuros, hinchados, perdidos y yo, sola. El lente izquierdo simplemente me deja ver tu cuerpo un poco más allá, inmóvil, probablemente frío ya, perfecto.

Tal y como siempre te quise.

jueves, abril 07, 2011

Marelle

¿Jugamos? Dale, juguemos.

Busca una piedrita. ¿Encontraste alguna? Fijate ahí, al lado del banco de nuestro primer beso, afuera del Español, donde comimos esa ensalada riquísima de endivias, peras, roquefort y nuez. Allí donde nos reciben con champagne, y me dicen señorita y me preguntan si deseo postre.

Pero…la vereda del Español no tiene piedritas, Alu, no, claro que no.

Busquemos en otro lugar, pues.

¿París tiene piedritas?, no me importa si tengo que sumergirme en el Sena, no me importa si aparece mujer ahogada, tenía los bolsillos llenos de piedritas, no me importa. París je t´aime siempre será principio y final. Mi Cielo y mi Tierra.

¿Está muy lejos París? Quizás para ti, cariño (con el énfasis en la i, voz de superada, sonrisa quasi dulce). A mi me queda detrás de un cerrar los ojos, justo a la vuelta del recuerdo de alguna fiesta feliz en familia (¿en qué?); junto a la voz de Iván cantando alguna de sus canciones, o de los ojos de Facundo cada vez que me ve entrar, tan niño queriendo ser tan hombre, o mejor dicho, viceversa.

Pero no para vos. Y bueno, París te queda lejos, entonces.

Perfecto, busquemos en otro lugar. ¿Qué tal las piedritas de Chascomús? No, te juro que no jugué ahí. Sí, estuve. Sí, fue lindo. No, no jugué. Quizás fui feliz. Maldición, es casi como si hubiera sido más feliz porque no dejas de preguntar boludeces. Sopapo viene.

D´accord. Busca la piedrita, mi sol, la piedrita, y juguemos, pero mejor. Juguemos bien, sin reproches pero con saltos, juguemos limpio.

Las piedritas desaparecen en cuanto me decís que no da vivir flotando en una nube de fantasía total, cuando querés que crea que 1 + 1 puede dar tres, y que vos querés el tres conmigo. Pero si no podemos ser ni uno fuerte y vos ya pensas en tres, bobo mío.

Ya sé pero ya te dije un millón de veces que así no. La verdad no entiendo. Yo acá, queriendo encontrar nuestras piedritas, cuando realmente…

No puede ser que quieras rayuela conmigo si nunca me viste jugar. Sí, tal vez sepas que amo el Cielo, pocas veces toco la Tierra (ni siquiera para empezar), y que mi número es siempre el 6 (o el 9, porque es igual pero al revés, y visto desde el Cielo con más razón, viste). Pero en definitiva, en cuanto descubras que no quiero bajarme de los sueños, que me gusta creer en los príncipes azules, para después volverlos grises (así son más reales), que quiero uno más uno, pero jamás dos, y mucho menos tres (o por lo menos no con vos, sólo porque vos no conmigo, por mucho que te guste repetir lo contrario).

Entonces, cuando me conozcas, verás que querer aprender a saltar en la rayuela antes de caminar en la vida fue nuestro más gravísimo error.

martes, abril 05, 2011

Extraños

- Extrañaba esto...
- ¿Qué?, ¿que te bese mientras te asfixio?, ¿que te acaricie?
- Que tengas tiempo...