A los doce años, en una pelea con mi vieja de las tantas que colmaron, colman y colmaran nuestras vidas, descubrí que quería ser periodista.
Realmente no sé hasta que punto lo “descubrí”…
Resultó cierto día que me enoje con mi mamá porque dijo que “no me veía en la escuela técnica”. Yo acababa de empezar la secundaria y me sentí ofendida, sentí que para mi vieja yo no podía, no era lo suficientemente buena como para ir a la técnica.
En ese capricho me quise cambiar de colegio a toda costa… entonces mamá, con su santa paciencia frente a mis doce años de inexperiencia total frente a la vida, me dijo no me veía en la técnica no porque pensara que no podía irme bien, sino por mi carácter. Para ella yo iba a hacer algo diferente… algo en lo que hablara mucho… algo como periodismo.
Y de cierta forma, me gusto mucho la idea.
De pronto deje de estar enojada con mama, porque tenía razón… pero… ¿tenia razón?
Y si… la tenía… o tal vez me convencí de que la tenía.
La cosa es que desde ese día quiero ser periodista.
Quiero escribir… mostrarles a los demás lo que veo y cómo lo veo.
Quiero denunciar las injusticias y atrocidades de este país, de este mundo,
Quiero despertar a las personas del letargo en el que creo firmemente que muchos se encuentran…
El problema hoy es cómo quiero hacerlo.
¿Quiero trabajar 20 horas seguidas en una redacción o un móvil?
¿Quiero tener que acatar lo que la línea editorial me marque corriendo el riesgo de traicionar lo que hago y porqué lo hago?
¿Quiero que mi trabajo se convierta en mi vida al punto de perder a mi familia?
Supongo que algún día mi vida tenia que entrar en crisis… tan segura que estoy de todo siempre… ya era demasiado.
Por el momento me dejo llevar simplemente… no creo que vaya a ser periodista.
Lo más probable es que lo haga como hobby.
Porque no quiero terminar odiando la profesión que mas amo en esta vida.
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