"Las despedidas son de esos dolores dulces"
Carlos Solari
Fue así, súbitamente.
Todo aquello que había sido alguna vez sólo superficial y casi sin sentido, todo se vio envuelto por la más espesa bruma… casi como si la noche nos hubiese sorprendido en el pleno medio día del domingo, aún cuando el sol abrasante de enero luchara contra ella, la gruesa pared, sutilmente transparente aunque impenetrable para mi, cayó entre nosotras.
Y ya no pude seguirte, ni acompañarte.
Ya no puedo escuchar a Lanata; ya no podemos leer a Caparrós; ya no voy a llegar justo para que me ofrezcas un mate; ya no vas a preguntarme qué pienso de la última locura de Cristinita, que tan soberbia te parecía, típica seudo peronista o justicialista, o lo que sea, que ya sabemos, siempre supimos, cómo son y cómo pueden ser…
Te fuiste… tomaste todo el dolor que guardábamos dentro nuestro… lo cargaste sobre tu cuerpo, y te fuiste.
Y no puedo acompañarte.
Ahora es mi cuerpo el que responde. Dormíamos profundamente, sin almohada, con la radio prendida.
Ahora no puedo dormir.
Casi un mes y un duermo, no quiero, no puedo, no tengo ganas, no duermo…
Y te extraño.
Y pasó lo que siempre me pasa, no tomo conciencia hasta que sucede.
Nunca supe cuánto podía llegar a extrañar tu ausencia… esta ausencia, que es real, definitiva e implacable… no la otra, que tanto quería, que tanto nos gustaba porque sabíamos que era nuestra forma, que nosotras sabíamos cuándo, dónde y por qué nos veríamos y nada más importaba…
Me consuelan, o eso intentan, y está bien, los dejo…
Al menos ahora sabemos el momento exacto, o el lugar preciso en el que nos volveremos a ver…
O eso me dicen… cómo hago para decirles que no creo en eso, que no me consuela… que no, no estás… ni acá, ni allá, ni en ningún lugar…
Que no tengo fe que pueda revivirte, o mantenerte viva e inmaculada esperándome hasta ese día en el que estemos juntas de nuevo…
Que sólo puedo recordarte, y aún eso me llena de dolor y de ira, porque no quiero tener que recordarte… quiero verte….
Si, ya sé, es mucho pedir.
Este silencio eterno se me hace insoportable….
Y te extraño.
Y me consuelan.
Así, he sido beneficiaría de un acto de justicia de alguien que vio en el último momento, que no debía distraerme del hecho de que esto ocurriría irremediablemente…
Vino, se sentó, me pidió permiso como hace a menudo y, entre silencios y mates, me contó su historia…
Y sentí que si… que la vida, el azar, las personas o lo que sea fueron mil veces más injustas con él que conmigo… y eso sí, me alivia, me distrae, me consuela… por un segundo al menos.
Dos que comparten mucho aún siendo irreconciliablemente diferentes decidieron por mí que mi tristeza no debía ser tal. Que las alegrías valen eternamente y que el dolor se mitiga y se esfuma pacíficamente en el aire… como si la bruma desapareciese y yo fuera capaz de verte nuevamente con claridad…
Pero no.
Nunca leíste nada de lo que he escrito. Supongo que nada era lo suficientemente bueno para tus ojos. Vos más que nadie verías que eso… esto, no termina de ser quien soy.
Después de dos meses volver a escribir es… casi como el comienzo.
Escribir es que el pecho no se me comprima ya en esta línea… y era, para ser justa, el desahogo… deje de lado la frialdad de esta máquina de la que tan amiga me he vuelto últimamente, y volví a mi lapicera y el cuaderno para inmortalizar esto… la máxima expresión de mi, de mi dolor, de mi furia…
Al menos un intento de decir algo, sacar algo de mi… por más despreciable que sea, merecía la humildad de mi parte de que fuera mi letra la que lo expresara.
Escribirlo, publicarlo y dejarlo atrás… en un intento desesperado de superar nuevamente esto que nunca seré capaz de entender…
Pero te extraño.
Nunca dejaré de hacerlo.
Todo aquello que había sido alguna vez sólo superficial y casi sin sentido, todo se vio envuelto por la más espesa bruma… casi como si la noche nos hubiese sorprendido en el pleno medio día del domingo, aún cuando el sol abrasante de enero luchara contra ella, la gruesa pared, sutilmente transparente aunque impenetrable para mi, cayó entre nosotras.
Y ya no pude seguirte, ni acompañarte.
Ya no puedo escuchar a Lanata; ya no podemos leer a Caparrós; ya no voy a llegar justo para que me ofrezcas un mate; ya no vas a preguntarme qué pienso de la última locura de Cristinita, que tan soberbia te parecía, típica seudo peronista o justicialista, o lo que sea, que ya sabemos, siempre supimos, cómo son y cómo pueden ser…
Te fuiste… tomaste todo el dolor que guardábamos dentro nuestro… lo cargaste sobre tu cuerpo, y te fuiste.
Y no puedo acompañarte.
Ahora es mi cuerpo el que responde. Dormíamos profundamente, sin almohada, con la radio prendida.
Ahora no puedo dormir.
Casi un mes y un duermo, no quiero, no puedo, no tengo ganas, no duermo…
Y te extraño.
Y pasó lo que siempre me pasa, no tomo conciencia hasta que sucede.
Nunca supe cuánto podía llegar a extrañar tu ausencia… esta ausencia, que es real, definitiva e implacable… no la otra, que tanto quería, que tanto nos gustaba porque sabíamos que era nuestra forma, que nosotras sabíamos cuándo, dónde y por qué nos veríamos y nada más importaba…
Me consuelan, o eso intentan, y está bien, los dejo…
Al menos ahora sabemos el momento exacto, o el lugar preciso en el que nos volveremos a ver…
O eso me dicen… cómo hago para decirles que no creo en eso, que no me consuela… que no, no estás… ni acá, ni allá, ni en ningún lugar…
Que no tengo fe que pueda revivirte, o mantenerte viva e inmaculada esperándome hasta ese día en el que estemos juntas de nuevo…
Que sólo puedo recordarte, y aún eso me llena de dolor y de ira, porque no quiero tener que recordarte… quiero verte….
Si, ya sé, es mucho pedir.
Este silencio eterno se me hace insoportable….
Y te extraño.
Y me consuelan.
Así, he sido beneficiaría de un acto de justicia de alguien que vio en el último momento, que no debía distraerme del hecho de que esto ocurriría irremediablemente…
Vino, se sentó, me pidió permiso como hace a menudo y, entre silencios y mates, me contó su historia…
Y sentí que si… que la vida, el azar, las personas o lo que sea fueron mil veces más injustas con él que conmigo… y eso sí, me alivia, me distrae, me consuela… por un segundo al menos.
Dos que comparten mucho aún siendo irreconciliablemente diferentes decidieron por mí que mi tristeza no debía ser tal. Que las alegrías valen eternamente y que el dolor se mitiga y se esfuma pacíficamente en el aire… como si la bruma desapareciese y yo fuera capaz de verte nuevamente con claridad…
Pero no.
Nunca leíste nada de lo que he escrito. Supongo que nada era lo suficientemente bueno para tus ojos. Vos más que nadie verías que eso… esto, no termina de ser quien soy.
Después de dos meses volver a escribir es… casi como el comienzo.
Escribir es que el pecho no se me comprima ya en esta línea… y era, para ser justa, el desahogo… deje de lado la frialdad de esta máquina de la que tan amiga me he vuelto últimamente, y volví a mi lapicera y el cuaderno para inmortalizar esto… la máxima expresión de mi, de mi dolor, de mi furia…
Al menos un intento de decir algo, sacar algo de mi… por más despreciable que sea, merecía la humildad de mi parte de que fuera mi letra la que lo expresara.
Escribirlo, publicarlo y dejarlo atrás… en un intento desesperado de superar nuevamente esto que nunca seré capaz de entender…
Pero te extraño.
Nunca dejaré de hacerlo.
De seguro es tiempo de renovarse interiormente y ver con fe y esperanza lo que se viene.
ResponderEliminarEsta bacano tu blog.
Saludos...
hermosa Lud, que texto más hermoso,lucido y lleno de esas imagenes que provocas en el lector.
ResponderEliminarSabes de sobra las cosas que hablamos sobre este tema y lo lindo que lo puedas volcar en papel.
"Hermosa me he visto hundido en el rio, sin poder ni salir a flotar y descubrí que es hermosos vivirlo, cuando estas afuera del agua ya ni te acordas"
otro día te dejo un comentario, ahora no
ResponderEliminarme puse medio triste a medida que leía, qué se le va a hacer...
Y ayer habría sido su cumpleaños... y dos meses exactos sin ella...
ResponderEliminarYo ya no puedo ponerme triste, lo estoy...