Miguel, tan lejos pero tanto más cerca
Arrellanada plácidamente en su sofá de terciopelo verde, Almendra escribe. Por un momento atisba una figura por el rabillo del ojo. Gira el cuello y observa impasible su reflejo. Una nebulosa parece nublar levemente la figura que le devuelve la mirada, moviéndose con total independencia de su creadora, (a la que ha creado).
Extrañamente, la imagen no desapareció al ser descubierta. En lugar de evaporarse, como el producto del cansancio que es –que debe ser-, se irguió frente a ella y se observó en sus ojos, inclinando levemente hacia abajo la cabeza.
La escena se mantuvo inmutable durante un tiempo incalculable conformado por miles de miradas que cubrieron cada centímetro de los cuerpos, y de movimientos suaves, como intentando no asustar al otro, hasta que Almendra habló.
Se reconoció y habló para reafirmar aquel reconocimiento. Se vio en esos ojos no almendrados, en los centímetros más alto de aquel que la mira, en los varios años que deberá transitar para estar donde él, en esa tierra tanto más pequeña, en ese cuerpo opuesto. En los errores, el dolor, la valentía y las ganas de vivir.
Se vio en su mente, bailando alegremente y habló para reconocerse, dejar de saltar y mirarse, invalidando el reflejo.
Sabe que eso que siente es la sangre que fluye descontrolada. Sabe que lo que viene será –ya es- importante. Sabe que su cuerpo se encenderá con la misma intensidad que su mente, pero dentro de algún tiempo. El fósforo que serán –que son, que siempre han sido- probará ahora su resistencia.
Él la observa y sonríen juntos. El reflejo y ella. Él y su reflejo.
Él lleva cuatro décadas de buscarse. A través de libros, sonidos, lechos, besos y miradas. Siempre se ha recostado en el sofá para leer, sintiendo de vez en vez –a veces por períodos más cortos, otros por unos más largos- que su imagen lo observa.
Hoy tiene la misma sensación. Levanta los ojos y se encuentra en esos destellos almendrados, en los centímetros hacia abajo que debe atravesar para besar a aquella que lo mira, en los numerosos años más que posee, en esta tierra tanto más grande, en ese cuerpo opuesto, que deseará hasta que se consuman –sea cuando eso sea-.