Son las seis de la tarde. La mesa está desordenada por las mil cosas que debería comenzar a estudiar, leer y corregir.
El mate, amargo y humeante, llega a sus manos y su mirada alterna la contemplación del recipiente, la yerba seca y la espuma, con la del cielo que suavemente comienza a perder su color celeste, dando lugar a la noche.
- ¿Qué hay en el horizonte?
- Todo. Pero está tan lejos.
- Tenés una sonrisa rara, Alu.
- Estoy contenta, mi vida.
- No lagrimees, entonces.
- No lo puedo evitar. Tanto empezando y terminando a la vez. Tanto tan hermoso, tanto tan triste.
- Sí, pero ya sabés eso de que los verdaderos amores nunca se acaban.
Almendra extendió el brazo sobre la mesa para tomar su mano, los dedos se enlazaron.
- Puede ser, tal vez por eso puede llegar este momento.
- Sí, y disfrutar lo que nos queda antes de que a vos te llame tu Europa querida, y a mí mis sueños.
Almendra sonrió mientras bajaba la cabeza para que sus labios alcanzaran la bombilla que se humedeció con sus silenciosas lágrimas.
- Las despedidas son… de esos dolores dulces…
Canturreó entre dientes, sonrisa en los labios. “Así que así es…llega cualquier tarde entre los mates de la puesta del sol y te deja con tanto detrás y tanto por delante, cambiándote la vida casi como sin querer”
Deja descender por la vertiente de tu vida una palabra que sacuda tus pies...
ResponderEliminarde éste sendero azul..
una mañana ..
Ah!!!
Que hermosa que es tu voz..cambiádome el futuro!!
Como tantas veces Almendra, y sus canciones...
Te quiero!!
Mami
(Nadie cierra los puentes, marinero te vas)
ResponderEliminarHace falta decir quien...
Exquisitos saludos.-
Te provocaría con problemas sobre la artificialidad de los hitos que ponemos en el tiempo. Pero mi otro yo me advierte a ser respetuoso con las lágrimas de los demás...
ResponderEliminarAsí que, dejo mis saludos a tus palabras