Está encerrada. A veces cree que siempre lo ha estado.
No conoce el sonido del agua en caída libre, ése que va unido de forma imprescindible a las gotitas en el rostro; no podría recordar qué gusto tiene una tarta de manzanas casera; no ha visto el sol ponerse; no sabe que aún quedan animales y plantas en algún lugar.
Su vida es una sucesión de escenas de interior, mejor dicho, su vida es una sucesión de escenas en un único interior: la cama mullida y el aparato de teléfono con visor, internet, televisión. No sabría especificar qué es una radio. Tampoco tendría motivos para hacerlo. La música es parte del ambiente, la comida está servida –siempre-.
No conoce rostros, ni siquiera el suyo. No tiene espejos, ¿para qué? Yo no podría describirla aunque quisiera.
En Segunda Vida es de tez blanca y cabello negro. Es mujer y es hermosa. Pero de sobra sabemos que bien podría ser hombre, de cabello blanco y tez oscura.
No sabe por qué tiene lo que tiene. No sabe para qué son las cosas, pero sabe hacer que funcionen. No sabe que ha habido un mundo antes que ella. Y, realmente, tampoco le interesa. No sabe que, hace algunos cientos de años, la realidad se creaba a través de pantallas.
Jamás me creería si le dijera que ahora las pantallas se han vuelto su realidad.
Escrito y publicado en la revista digital Territorio de Palabras
No conoce el sonido del agua en caída libre, ése que va unido de forma imprescindible a las gotitas en el rostro; no podría recordar qué gusto tiene una tarta de manzanas casera; no ha visto el sol ponerse; no sabe que aún quedan animales y plantas en algún lugar.
Su vida es una sucesión de escenas de interior, mejor dicho, su vida es una sucesión de escenas en un único interior: la cama mullida y el aparato de teléfono con visor, internet, televisión. No sabría especificar qué es una radio. Tampoco tendría motivos para hacerlo. La música es parte del ambiente, la comida está servida –siempre-.
No conoce rostros, ni siquiera el suyo. No tiene espejos, ¿para qué? Yo no podría describirla aunque quisiera.
En Segunda Vida es de tez blanca y cabello negro. Es mujer y es hermosa. Pero de sobra sabemos que bien podría ser hombre, de cabello blanco y tez oscura.
No sabe por qué tiene lo que tiene. No sabe para qué son las cosas, pero sabe hacer que funcionen. No sabe que ha habido un mundo antes que ella. Y, realmente, tampoco le interesa. No sabe que, hace algunos cientos de años, la realidad se creaba a través de pantallas.
Jamás me creería si le dijera que ahora las pantallas se han vuelto su realidad.
Escrito y publicado en la revista digital Territorio de Palabras
El peso específico de los humanos parece ser variable. Los espejos podrían reflejar algo de eso, pero no...
ResponderEliminar¿y su sombra? ¿vé su sombra?
Hola Almendra!!!
Quizá su sombra sea parte del ambiente, también. Veo que la vida se trata de "creer", no sé si ella le creería, pero yo, también, sí.
ResponderEliminarUn abrazo, muy buen relato.